August 9, 2010 by Abode Camp in Alberto Cortez

Retrato


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
Y un huerto claro donde madura el limonero;
Mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
Mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara ni un Bradomin he sido
-Ya conocéis mi torpe aliño indumentario -;
Más recibí la flecha que me asignó Cupido,
Y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
Pero mi verso brota de manantial sereno;
Y más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
Soy en el buen sentido de la palabra, bueno.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
Y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
Y escucho solamente, entre las voces, una.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
-Quién habla solo, espera hablar a Dios un Día-;
Mi soliloquio es plática con este buen amigo
Que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
El traje que me cubre y la mansión que habito,
El pan que me alimenta y el lecho donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
Casi desnudo, como los hijos de la mar.






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